miércoles, 10 de octubre de 2012

Reflejo de lluvia - Primera parte


Vamos a presentar una novedad en nuestro blog; la publicación de una pequeña historia detectivesca en dos partes. Esperamos que os guste y que nos dejéis vuestra opinión :)!

Reflejo de lluvia - Primera parte


La lluvia golpeaba fuertemente los cristales de la comisaría. Avenue de New York 62. París. Es la “Ciudad de la Luz”, por sus calles habían caminado algunas de las personas más importantes de la historia de la humanidad; pero cuando llueve, la suciedad de las aceras fluye hasta las alcantarillas igual que en cualquier otra ciudad terrenal. La cuenta atrás llegaba a su fin. Nathalie Laurent observaba la distorsionada imagen de la emblemática torre a través de la ventana. Enfocó su mirada en el río. Se abstrajo hasta tal punto que no sabía si el agua que viajaba en el ambiente venía del cielo o del río. Un fuerte golpe en la mesa la hizo aterrizar.

-¡Una hora! Eso es lo que nos queda. Detective Nathalie, deje de mirar por la ventana y venga aquí a apoyarnos un poco – gritó el comisario Pierre Durán.

-Estaba… Pensando. La clave debe estar cerca – dijo Nathalie.

Se acercó a la gran mesa situada en el centro de la habitación. A su alrededor estaban: ella, el comisario y el agente Philippe Charpentier. Toda la información conocida en cuanto al caso se encontraba allí encima; a excepción de la que se encontraba clavada en el mapa del corcho de la pared. Nathalie empezó a divagar sobre toda la investigación, intentando atar cabos en un tiempo récord.

Los datos que tenían no eran abundantes. Hace una semana, desaparecieron varias preciadas prendas y artículos del Palacio Galliera, de la reciente exposición dedicada a la difunta diva Marlene Dietrich. Los encargados lanzaron la alarma muy poco después del acto. El robo debió ser perpetrado por alguien extraordinario, puesto que nadie vio ni oyó nada en ningún momento.

Al día siguiente, uno de los vestidos fue encontrado en la fuente Stravinsky. Estaba en perfecto estado, pero traía una novedad. En su interior se encontraba un pequeño retazo de papel en el que ponía, literalmente: “Cinco días para la quema. Brest”. No había huellas o marcas de ningún tipo. Las palabras hacían prever lo peor. Los encargados de la exposición se iban poniendo cada vez más nerviosos. El día después, otro artículo apareció, esta vez en la plaza de la Bastilla. “Cuatro días para la quema. Bourdeaux”, ponía en esta ocasión. La escena se repitió todos los días posteriores…

Hasta hoy. Exactamente a las 2:05 de la madrugada, sonó el timbre de la comisaría. La mayoría se habían quedado trabajando infructuosamente en el caso. Philippe contestó el interfono. Nadie respondió, así que salió a la puerta. Había un paquete en el suelo. Lo recogió y lo llevó al interior de la comisaria, donde lo puso encima de una mesa. Al abrirlo, su sorpresa fue mayúscula. Regresó corriendo a la puerta y miró por toda la calle. No vio a nadie sospechoso, ni con aspecto de poder haber visto algo, por lo que volvió a la mesa y subió el paquete hasta la sala donde se encontraba el comisario y la detective. Era otra prenda con un papel en su interior: “11:55 horas para la quema”; lo cual equivale a las doce de la noche de este mismo día. Sin ninguna ciudad señalada esta vez, lo cual les hizo pensar que podría ser en París, o que quizás no les hacían falta más datos.

En el momento actual son las 23:04.

-… ¡¿Acaso me está escuchando!? – dijo el comisario.

-¿Qué?  - respondió Nathalie cuando volvió de nuevo.

-… En pocas palabras, tenemos a todos los agentes rastreando las zonas aquí marcadas. Aún no hemos recibido noticias importantes de ninguno de ellos.

-Ni las recibirán. No está en ninguno de esos lugares. No. Ni mucho menos. Está jugando con nosotros. Es un puzle que tenemos que resolver.

-¿Cómo está tan segura? Tenemos todos los datos recopilados y analizados de una y mil formas y no hemos encontrado nada; además ¿por qué nos propondría un puzle? Esto no es una película  - preguntó Philippe.

-Nadie ha dicho que lo sea. Él o ella no roba para lucrarse, o para destruirlo por algún motivo. Si no, no habría estado dejando prendas por ahí sueltas con esas notas. Quiere jugar con nosotros. Imagino que eso le llena. Tengo la casi plena convicción de que esto lo hace por diversión, para demostrar algo.

-¿Ve por qué no apoyé que colaborara en el caso? Agente Charpentier, déjela con sus pensamientos y sigamos trabajando aquí – dijo Durán mientras miraba a Philippe, en un tono frío y peyorativo.

Nathalie ignoró el comentario y se quedó mirando fijamente el mapa. Había escrutado toda la carrera de Marlene Dietrich, pues estaba segura de que parte de la resolución del puzle estaba allí; la elección de esa exposición no podía ser fortuita. También había intentado formar algún tipo de forma geométrica con todas las ciudades recogidas en las notas. La única forma que podría encajar de alguna manera es la del círculo, ya que los puntos daban la vuelta a toda Francia… Pero no habían encontrado ninguna correspondencia directa.

Tras unos minutos, se dio la vuelta y volvió a mirar hacia el rio. La lluvia, la noche y la ciudad. Era algo mágico, etéreo, que le permitía concentrarse como ninguna otra cosa en el mundo. Sus pupilas se contraían.
Entonces, la revelación llegó. El nítido reflejo de la habitación en la ventana, producido por el contraste entre la oscuridad exterior y la luz interior, le proporcionó la pieza que faltaba. Se veía reflejado, el mapa y el cartel situado a su lado; del que se observaba: “80 otnematraped”. Mezcló ambas ideas y creyó resolver la situación. Fue corriendo al ordenador, golpeando sin querer a Philippe. Los policías se quedaron sorprendidos por su reacción.

-¿Se puede saber qué pasa ahora? – preguntó, extrañado, el agente.

-¡Creo que lo tengo! – dijo Nathalie, apresurada.

Se sentó y comenzó a aporrear las teclas hasta producir un sonido en sincronía con los engranajes de su cabeza. Buscó en internet: “La vuelta al mundo en ochenta días”. Clicó en el resultado relacionado con la película filmada en 1956. En él se hablaba sobre las localizaciones exactas donde transcurría el filme. Allí lo encontró. Se levantó rápido, con una pequeña sonrisa en su cara y señalando una dirección mostrada en el artículo.

-Comisario, debemos ir allí, aún queda tiempo. Prepare una patrulla.

-¡Espere un momento! Si no me da una razón plausible no pienso desmontar la operación que tenemos ahora mismo – dijo el comisario Durán.

-¡Bien, escuche! Se lo resumiré. La exposición está dedicada a la figura de Marlene Dietrich, ¿verdad? Al igual que, imagino, alguno de su equipo, investigué a fondo su vida y carrera artística. Antes tuve una revelación, una epifanía. Fíjese, todas la localizaciones que nos ha dado terminan formando una especie de círculo alrededor de Francia. Entonces recordé que Marlene Dietrich realiza un pequeño papel en la versión de 1956 de “La vuelta al mundo en ochenta días”; obra cuyos protagonistas pasan por París. Así que he buscado los lugares donde fue filmada. Y esa es la dirección, en la Rue de Rivoli, como puede ver. No es arbitrario, está muy cerca del lugar donde encontramos una de las prendas.

-Parece una locura… Realmente no hay ninguna indicación directa. Ese círculo del que hablas podría no tener nada que ver y la película podría ser una simple coincidencia. Todas las conexiones de las que habla son demasiado aleatorias. No creo que debamos emprender esta quimera.

-En cualquier caso, no tiene un plan mejor. Vayamos nosotros al menos… Bueno, yo iré igualmente, síganme si quieren – dijo Nathalie en un tono firme, mientras caminaba hacia la puerta.

-… Señor, en eso tiene razón.  A las muy malas, quizás se nos ocurra algo si nos da un poco el aire – dijo el agente Charpentier al comisario.

-… Sigue pareciéndome una locura. Pero bueno, quizá tenga razón. ¡Espere Laurent!

Continuará...

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